¿Qué es la
Fibromialgia?
Se
refiere a un trastorno musculoesquelético que se caracteriza principalmente por
una fatiga extrema, rigidez variable de los músculos, tendones y tejido blando
que los rodea, acompañado de un dolor persistente de los mismos. Al margen de
estas características físicas encontramos otras de índole psicológico, como
dificultades en el sueño, rigidez por la mañana, cefaleas, problemas con el
pensamiento y la memoria (lagunas mentales), ansiedad, que imposibilitan mucho
la cotidianidad de la persona que la padece.
¿Qué implicación
tienen las emociones en la Fibromialgia?
Los malestares
emocionales junto con su represión provocan un estrés elevado en el individuo,
dicho estrés cuando no es controlado se hace crónico y es aquí cuando empiezan
a emerger toda una serie de enfermedades, entre ellas la Fibromialgia.
Las personas que
tienden al perfeccionismo, a la necesidad de ser valorados y amados por
aquellos que le rodean, en definitiva, aquellos que buscan la aprobación en
todo lo que hacen, tienden a dejar de hacer lo que les gusta por miedo a no ser
entendidos, reprimen sus impulsos, sus pensamientos y sus emociones. Esto hace
que su cuerpo viva en una constante tensión que traducida al lenguaje corporal
se convierte en dolores de estómago, de cabeza, etc. Partiendo de esta premisa
podríamos catalogar a la Fibromialgia como la enfermedad de las emociones no
expresadas, cuyo principal síntoma es el dolor.
Suele darse en
personas con grandes expectativas, perfeccionistas, responsables, pero a su vez
obstinadas, rígidas en el trato, que no suelen dar su brazo a torcer.
Evidentemente no todo el mundo es igual, siempre hay particularidades a tener
en cuenta.
Dos grandes
características de la personalidad que se asocian a pacientes con Fibromialgia
son la ira y el orgullo reprimido, estas emociones negativas van muy de la mano
del dolor al que se ven expuestas ¿quién no se enfada cuando se siente mal?.
Suelen tener poca tolerancia a la crítica y no se ven como los describen. Cada
desengaño o desilusión que sufren acaba representando una herida abierta que va
apoderándose de su cuerpo. Tienden a tomarse cualquier cosa como un ataque a su
persona y sobre todo hablan de incomprensión con respecto a su situación.
Dada las
características emocionales y de personalidad que sustentan, cuando se enteran
de que padecen un trastorno crónico tienen tendencia a caer en depresión. De
repente se les desmorona el mundo que habían creado para ellos y todo lo ven
negro.
Todas las
enfermedades expresan algo, emocionalmente hablando, y para poder superarlas
hay que partir de la aceptación. Debemos asumir que padecemos esta enfermedad
para así poder integrar ese pensamiento en nuestro día a día y aprender a
combatirla con la mejor de las voluntades. Una vez más la actitud que adoptemos
ante los problemas que la vida nos plantea es determinante. En el momento que
asumimos que el trastorno forma parte de nosotros, podemos replantearnos la
vida y ser capaces de cambiar.
¿Cómo empezar a
combatir la Fibromialgia?
Lo primero que debe
hacer la persona es cambiar de estilo de vida, es básico bajar los niveles de
estrés a los que ha estado sometido todo este tiempo y dejar aparcada la auto
exigencia. Después debe aprender a establecer límites a su malestar emocional,
o lo que es lo mismo, decir no sin sentirse culpable. Debe aprender a perdonar
a las personas que considera le han agredido y sobre todo perdonarse a si mismo
por exigirse tanto. Hay que tener algo muy claro, la felicidad no es algo que
se encuentra por la calle, ésta está en el interior de cada uno de nosotros, y
es algo que olvidamos con frecuencia.
Lo primordial es que
se deje de ver como víctima y asuma la responsabilidad de sus acciones,
pensamientos y emociones. El ser consciente de que soy responsable de lo que me
pasa es el primer paso para la curación, porque si yo me lo he creado yo me lo
puedo quitar si le pongo la actitud y perseverancia correctas.
Hay que trabajar la
empatía como forma de mejorar las relaciones personales. Uno tiene que tener la
capacidad de ponerse en la piel del otro y asumir que éste no tiene por qué
pensar ni ver las cosas como lo hacemos nosotros. En el momento que se
desarrolla esta capacidad las tensiones se ven muy reducidas. De la misma
manera que trabajando la asertividad, es decir comunicarse diciendo siempre lo
que uno piensa y siente, sin entrar a herir a nuestro interlocutor, se llega a
dialogar de forma que lo que en un principio pudo haber sido una defensa ante
un supuesto ataque, se convierta en un diálogo sin presencia de tensiones emocionales
que deriven en malestares físicos o psicológicos.
En definitiva la
actitud es tomarse la enfermedad como una oportunidad para cambiar y crecer
como persona, y no como una adversidad de la que no podemos salir.
CIARA MOLINA
Psicóloga Cognitivo
Conductual especialista en Gestión Emocional